Supongo que muchos de vosotros ya habréis notado como vuestras emociones afectan a vuestro sistema digestivo.
Sólo hay que recordar los nervios en el estómago antes de un examen, una cita o cualquier cosa importante en la vida…
El 2º cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño. En las culturas más orientales, para ellos, el vientre es el centro de la energía vital del organismo, donde se integran mente y cuerpo.
Irina Matveikova, médica especializada en Endocrinología y Nutrición Clínica comenta:
El 90% de serotonina, la hormona de la felicidad, se fabrica en el intestino.
Nuestra piel y sistema defensivo está directamente relacionado con el sistema digestivo y la dermatitis, psoriasis y el acné se pueden mejorar actuando en el sistema digestivo.
El estreñimiento y la putrefacción están relacionados con el cáncer y el envejecimiento prematuro.
Aprender a comer con tranquilidad, hacerte un automasaje, respirar con la barriga, o tomar en ayunas agua caliente con limón puede mejorar no sólo tu salud física sino también tu salud emocional y mental e incluso tu sueño.
Ahora sólo queda comunicarse efectivamente con él y escucharle para aprender a “gestionar y digerir bien” lo que nos ocurre en la vida.
Conectar con nuestro abdomen
Tanto a hombres como a mujeres nos conviene aprender a descender dentro de nuestro abdomen y llegar a estar realmente presente en ese nivel. En comparación con las energías del corazón y de la mente, la energía del centro del abdomen, es más serena y tranquila, más sólida y estable.
El abdomen es el ancla, energéticamente hablando, que nos da raíces dentro de nosotros mismos.
Al bajar la respiración al abdomen podremos sentir como las piernas se vuelven más pesadas y conectadas a tierra, a su vez, al conectar el corazón con el abdomen, todo el tema de la sensibilidad será diferente, pues equilibraremos nuestras emociones y, la calma, la serenidad y la seguridad nos ayudará en nuestro caminar en la vida.
Sencillamente tomemos conciencia de esta área al respirar yendo ahí hacia abajo cada vez que respiramos.
1- Para comenzar a practicar será favorable acostarse boca arriba cómodamente, y más adelante practicar sentados, de pie, caminando, hasta lograr incorporarla a la vida cotidiana.
2- Antes de empezar conviene expulsar a fondo el aire de los pulmones varias veces, haciendo algunos suspiros, con el fin de vaciarlos, lo cual automáticamente provocará la necesidad de inspirar más profundamente.
3- Posamos las manos en el abdomen.
4- Inspiramos llevando el aire “hacia el abdomen” como si quisiéramos empujar hacia arriba las manos posadas en él. Mientras más profundo respiremos, más se “hinchará” el vientre.
5- Retenemos unos instantes el aire en los pulmones (sintiendo como la energía del abdomen conecta con la de nuestro corazón).
6- Al sentir la necesidad de expulsar el aire, lo hacemos relajando el vientre (este se “desinflará” y las manos bajarán con él). Y al final de la exhalación empujamos voluntariamente el diafragma hacia los pulmones para expulsar todo el aire.
7- Nos quedaremos un instante con los pulmones vacíos, sintiendo cómo nos vamos relajando, y en cuanto sintamos nuevamente el impulso de inspirar, lo haremos profunda y lentamente volviendo a llenar los pulmones mientras el abdomen sube.
La práctica de esta respiración puede durar el tiempo que deseemos. Puede ser utilizada para relajarnos antes de dormir o para comenzar el día oxigenándonos plenamente.
Durante el día, siempre que haya preocupación por asuntos a resolver, problemas a solucionar o maneras de cómo tratar con otras personas, es conveniente tomar una respiración profunda de vez en cuando, conectándonos con nuestro abdomen.
Tengamos siempre presente que tenemos en nuestro interior una puerta de entrada a la sabiduría y esta se haya dentro de nuestro abdomen.
Para finalizar os recuerdo como se descubrió el 2º cerebro
Leopold Auerbach, un neurólogo alemán, descubrió en el siglo XIX dos capas de células nerviosas muy próximas a un trozo de intestino que estaba diseccionando. Sintió curiosidad y al verlas al microscopio concluyó en que eran parte de una red compleja. Sin saberlo, fue el primero en observar al “segundo cerebro”, que fue descrito en 1996.
Michael Gershon, investigador en neurograstroenterología de la Universidad de Columbia explica que acuñó el término de «segundo cerebro» en 1996, al comprobar que en las paredes del intestino existen más de cien millones de neuronas, formando parte de una sofisticada red de circuitos neuronales y neurotransmisores. A este segundo cerebro se le conoce técnicamente como sistema nervioso entérico.
Ahora nos toca pasar a la acción y comunicarnos con el....Ánimo y Feliz vida!!
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